AquĆ os algunos de mis antiguos relatos vivencias.
Amanece
AndrĆ©s subió al coche, se sentó y puso la llave en el contacto. El motor empezó a rugir, pero AndrĆ©s tenĆa la mente en otro lugar. En un avión que despegaba, en alguien dentro de ese avión que se alejaba, que no volverĆa.
Esa misma tarde AndrĆ©s se habĆa ofrecido a llevar a Laura al aeropuerto. Ella se iba lejos, por mucho tiempo, quizĆ”s para siempre, y AndrĆ©s querĆa lanzar su Ćŗltimo y desesperado intento de ganarse el corazón de Laura.
HacĆa mucho que la amaba, pero nunca se habĆa atrevido a decĆrselo, se sentĆa temeroso de ser rechazado, no sabĆa si podrĆa soportarlo, asĆ que habĆa decidido soƱar en silencio hasta que llegara el momento oportuno.
Pero ese momento se le escapaba de la manos como agua de un manantial. Ella se irĆa esa noche, quizĆ”s no volviera a verla, era ahora o nunca, AndrĆ©s lo sabĆa. Llevaba varios dĆas sin poder dormir. Pensaba una y otra vez como se lo dirĆa, y dentro de su cabeza se imaginaba lleno de felicidad cuando ella soltara la maleta y corriera a sus brazos.
Pero Laura no soltó la maleta, Laura no corrió hacia sus brazos. Simplemente le puso una mano en el hombro, le dedico una sonrisa y le dijo:
- “Eres un buen hombre, un hombre realmente bueno, y un buen amigo, algĆŗn dĆa encontraras alguien que te ame”.
Laura giró y siguió su camino al avión, el avión que la llevarĆa lejos, lejos de Ć©l, pero AndrĆ©s ya la sentĆa lejos, la sentĆa inalcanzable. Ella volaba lejos en aquel avión.
AndrĆ©s empezó a conducir, La luces se sucedĆan delante de Ć©l, blancas, rojas, blancas, no le prestaba atención, todavĆa tenĆa su mente atenazada en la sala de espera del aeropuerto, aquella mano tersa y suave en su hombre y aquellas palabras:
- “Eres un buen hombre, … un buen amigo, … algĆŗn dĆa, …”.
Aquellas palabras seguĆan resonando en su cabeza, chocaban de una lado a otro, no podĆa dejarlas salir, seguĆa buscando algĆŗn significado oculto, algĆŗn misticismo que se le hubiera escapado, una clave que le permitiera descubrir el mensaje secreto oculto dentro. Pero no habĆa clave, no habĆa mensaje secreto, Laura volaba lejos en aquel avión.
AndrĆ©s seguĆa al volante, los minutos sucedĆan a los segundos, y las horas a los minutos. No querĆa parar, no querĆa volver a poner pie a tierra, tenĆa miedo, tenĆa miedo de darse cuenta que todo lo que habĆa pasado la noche anterior fuera cierto, en su coche estaba seguro, todavĆa seguro, pero el sabia que Laura volaba lejos en aquel avión.
La noche empezaba a llegar a su fin, AndrĆ©s vio a lo lejos el mar, querĆa seguir, querĆa seguir aquel avión que tambiĆ©n atravesarĆa el mar. Llego a la orilla de la playa. AndrĆ©s finalmente paró el coche, al borde de la arena. El sol empezaba a vislumbrarse en el horizonte, apenas unas tibios rayos rojos en la oscuridad de la noche.
AndrĆ©s, bajo del coche, pisó la arena, y se derrumbo, sus rodillas se hincaron, sus puƱos se hundieron en la arena, su cabeza se hundió entre sus brazos, y allĆ, en ese momento, AndrĆ©s lloró como no habĆa llorado nunca. Lloró como un niƱo desconsolado. JamĆ”s se habĆa sentido asĆ, jamas se habĆa sentido tan solo y triste, se sentĆa tremendamente solo, desesperado.
AndrĆ©s lloró, lloró por una eternidad, sus lĆ”grimas embarraban la arena mientras su mente seguĆa persiguiendo aquel avión. Lloró, pero Laura volaba lejos en aquel avión.
El sol empezaba a romper el velo de la noche, AndrĆ©s sitió aquellos primeros rayos antes que nadie en este mundo. SabĆa que solo tenĆa dos opciones, quedarse en aquella playa hundido en la arena persiguiendo un avión que quizĆ”s nunca volviera, o seguir su camino.
AndrĆ©s tomo su decisión. Lloró y tomo su decisión. Una decisión que le acompaƱarĆa siempre.
Andres se levantó, limpió sus manos de arena, sudor, lagrimas y sangre, miró hacia adelante, y vio el sol del amanecer, y creyó en si mismo, creyó en seguir adelante, porque después de la noche mÔs oscura siempre llega un amanecer, y los rayos del sol nos traen esperanza e ilusión, y nos hacer creer, creer en lo imposible, creer en nosotros mismos.
AndrĆ©s, despuĆ©s de ese dĆa cayó cientos de veces en su vida, y despuĆ©s de cada caĆda, AndrĆ©s siempre se levantó, siempre se limpió las manos de tierra, sudor, lagrimas y sangre, siempre miró hacia delante y vio el amanecer, y siguió creyendo en si mismo.
Y un dĆa, un amanecer, AndrĆ©s encontró lo que buscaba, encontró la felicidad.
4 Comentarios
Esa mujer no se merecĆa a AndrĆ©s. El destino es sabio.
ResponderEliminarTienes mucha razón en eso. Gracias por tus comentarios.
EliminarAndres es admirable con tremenda fuerza de voluntad y gran corazón š¤©❤️
ResponderEliminarMuchas Gracias!
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